jueves, 1 de enero de 2015

Pelear frente a los hijos

Los desacuerdos ocasionales o lo que se podría denominar como una negociación acalorada, durante la cual cada uno con respeto intenta llegar a la solución del problema es algo bueno para los niños. Se considera como una forma de moldear su comportamiento, pero las peleas en las que se repiten los puntos negativos una y otra vez y en las que se arremete con insultos, en las que se ventilan resentimientos en lugar de resolver la situación, son muy nocivas para los niños y pudieran ser un verdadero búmeran en cuanto al trato que estos chicos darán a sus padres cuando lleguen a la adolescencia, a más de que se pudieran convertir en chicos que agreden a todo el mundo. Para Jacobs, los niños empiezan a sentir temor cuando sus padres pelean, luego se sienten disgustados y se preguntan cómo vivir con esto. Eventualmente desarrollan temor de sentirse igualmente atrapados y cuando sean adultos pudieran tener una tendencia a evadir las relaciones de pareja. Asegura el experto que a pesar de que se ha escrito mucho sobre el daño causado por los divorcios, el daño es mayor para los niños cuyos padres permanecen en un matrimonio infeliz, amargado y explosivo. ¿Qué deben hacer los padres para minimizar cualquier trauma? Si los hijos son testigos de peleas terribles, no habrá forma de esconderlo bajo la alfombra. Lindquist sugiere que se les pida perdón y se les reasegure de que se aman entre ellos. Se debe hablar específicamente y en términos apropiados para su edad sobre cómo les habría gustado en lugar de pelearse conversar sobre el conflicto. Por ejemplo: “Lo siento mucho, tu papi y yo peleamos anoche, nos sentimos mal por haber dicho tantas cosas feas y estamos intentando resolver mejor nuestras diferencias para evitar estas peleas”. Sin embargo, esto no puede hacerse una y otra vez pues luego de un tiempo las palabras suenan falsas y no tienen efecto. Lo mejor es buscar ayuda profesional. Lo más importante es conseguir que los hijos jamás sean parte de ello. Aquel refrán de que los niños aprenden lo que viven cobra gran significado con las peleas, pues si ellos son parte del escenario es muy posible que más tarde sean promotores de conflictos. Los padres que se pelean delante de sus hijos siembran una semilla de conflicto que será muy difícil de combatir, será como una hierba mala que aunque se intente quitarla retorna con más fuerza. En un mundo tan violento como el actual, con escenas en la televisión que convocan a esa violencia y el maltrato de todo tipo no podemos propiciar agresividad desde nuestro propio hogar y ser un mal ejemplo para los hijos, sin importar cuál sea su edad. La prudencia, la tranquilidad y la tolerancia suelen desaparecer cuando se inicia una discusión de pareja, sin importar si tenemos o no la razón y los padres olvidamos que nuestros hijos están allí, como mudos testigos de ese enfrentamiento.Al ser los adultos en la ecuación es nuestro deber evitar esas escenas cuando ellos están presentes y aprender a dilucidar nuestras diferencias de manera civilizada, sin enfrentarnos, herirnos o dañarnos y peor aún frente a los hijos.

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